sábado, 10 de octubre de 2015

Ahora: YO

Yo sé que no cuento nada y es así porque he contado demasiado. Algunas cosas es mejor no contarlas pero es bueno hacer recuento. Por eso ahora, por eso esto.

Sé que mi blog ha ido de la amalgama al fragmento; sé que últimamente sólo subo fragmentos de obras que leo y señalo pero puede ser porque no encuentro en mí mismo algo a la altura o también puede ser que ya no me apetezca mostrarme y me guarde, no sé si para luego, el caso es que no he parado, mi evolución en el blog no es digna de la realidad. Lo cierto es que en este tiempo he traducido la más extensa obra poética de Malcolm de Chazal, una novela realmente hilarante de Luke Rhinehart (Capricho) y actualmente el conjunto enorme de los aforismos espléndidos de Chazal (Sentido Plástico) que ni siquiera sé si saldrán a la luz. He escrito cientos de aforismos propios que llamo Vislumbres, cientos de poemas nuevos, he comenzado una novela asombrosa (esto lo dice Isel) y me estoy documentando para escribir algún día un libro sobre el gran Malcolm; por supuesto siempre desde mi deseo conocido a dedicarme de por vida a lo específicamente inútil; aunque igualmente sea conocido por quienes saben de mí que dar a conocer a Chazal es posiblemente una de mis mayores metas y que mis poemas me parecen la misma nada que los demás pero una nada un poco por encima o al mismo nivel, al menos la nada necesaria que sabe decirse, la justa para nadar a contracorriente y saber sumergirse en sí misma para después respirar. Al fin y al cabo todo es cuestión de encontrar el suspiro.

He dejado los focos si es que alguna vez me puse ante ellos. Yo detesto cuanto se coloca ante la luz artificial. No he encontrado en los poetas la sincronización que no encontré en su día entre los ingenieros y mucho menos entre los humanos. Compartir la poesía es algo que me supone de por sí desgracia. Escuchar los versos de otro me chirría casi tanto como escuchar los propios cuando los oigo fuera del momento en que los concebí, por eso evito las reuniones y los encuentros que últimamente llaman internacionales cuando acontecen en el pueblo más perdido de la provincia más desconocida. Hay tanta afloración de poesía que tanto aroma acabará desnutriéndola.

Tengo muy poco tiempo y no me permito enfermar, esto lo sabe cualquier ciudadano autónomo. El poco tiempo libre que tengo lo dedico a la traducción, la lectura y el esfuerzo, llamo esfuerzo al poema; toda poesía supone un supremo esfuerzo que no alcanza a nada y cuando me refiero al alcance quiero decir la altura que ha constituido el ser humano. Para mí el poema está en lo alto de todo al tiempo que para el humano el poema está en el peldaño ínfimo, en el desechado por la propia escalera; por eso asidua y generosamente escribo, para no subir al ritmo de todos. Cuando digo humano no es que me considere fuera de la especie, ni que esté a otro nivel, es que estoy en su subnivel, en su barranco y posiblemente en su cueva.

Como proyectos a corto plazo tengo publicar Hondura, un poemario que escribí cuando visité el país de mi mujer y Los hombres que no somos nada (a propósito de un Aerolito del enorme Carlos Edmundo de Ory); estoy buscando para ello la editorial que me procure menos extensión.

Improviso cuentos, invento recetas y leo como si la luz estuviera a punto de agotarse. Y, cuando me levanto, actúo, actúo y actúo para seguir pasando extremamente desapercibido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ánimo Pedro que te veo muy bajo de moral, que tu puedes con todo y todo lo haces bien. Un abrazo. (el nene)