domingo, 8 de marzo de 2015

MUJER


MUJER debe ser la última palabra de un moribundo y de un libro.

Xavier Forneret


He enumerado los rasgos buscando el súmmum del poema,
he aprendido lo concisa que ha de ser su causa innumerable,
he dicho: hermoso como una cantera de himnos plorados,
rítmico como el cabello de ébano de un almendro en flor,
anárquico como una ladera de timbres y sonriente como el suicidio
de un rascacielos o un cántaro de espuma en la boca del presidente.

He dicho: meditemos antes de abrir la boca donde masticamos
aún la galaxia, hay vislumbres cogidos al vuelo que caen muy
pronto en la ventisca, quitaros el sol de la idea y mirad la uña
de los días creciendo en el glande de lo certero, ponedle al verso
la pizca de humor que queda después de haber caído las piedras
en la sangre o fijaos cuando duele mucho la flecha de la aljaba.

Y he concluido que no es necesario el poema ni casi la palabra,
que lo que se dice retumba y es mejor que caiga en un lecho
de bocas y sea mordaza su sonido y que en un incienso de paños
se disperse hasta un sinfín de orejas, que traspase el tejido
y sea visceral, entero, rotundo, por eso lo mejor es no andarse
con almeas, sacar el folio y escribir sencillamente: MUJER.

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