domingo, 5 de enero de 2014

Visualizo EL HIJO DE PUSKAS

Algunos de los mejores regalos que tengo durante todo el año son mis propios sueños. Ya andaba por mi cabeza la idea pictórica de EL HIJO DE PUSKAS, la mejor obra, según mi opinión, de Batania. Pero hace dos noches ya pude visualizar claramente la idea que andaba rondando por ahí arriba. Lo que ahora subo es sólo la modificación cutre por ordenador de las primeras pinceladas, falta mejorar mucho los detalles, pero a lo que iba era a contar el sueño en el que está basado el dibujo.

Veo un niño recién nacido pero bastante espabilado arrastrándose por el desierto, yo lo veo caminar y caminar hasta que ve a lo lejos un círculo que es un octógono de vasos de vino; el círculo yo lo veo en perspectiva cónica frontal después, como si la cámara de mi sueño se levantara de repente; dentro de ese círculo pero no centrado en él se encuentra el busto de piedra de Puskas, el jugador de fútbol. Pero lo más importante es lo que no se ve. Justo en el punto principal de fuga de mi sueño hay una hoguera enorme pero está muy lejos y sólo veo el punto de su fuego. Detrás de esa hoguera el padre del poeta está tirando toda la leña del mundo a las llamas mientras por un oído el espectro putrefacto de España y, por el otro, el espectro putrefacto de Euskadi le susurran básicamente ideas combustibles.

Ayer desperté tan contento de la clara visión que saqué los lápices, los pinceles, las pinturas y en estos dos días de frío musculoso yo me planto delante de los pigmentos y lo único que hago es procurar meterme lo más posible en mi sueño; pero que nadie se espante por la imagen, todavía queda mucho que hacer.

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