lunes, 28 de noviembre de 2011

Extranjero

Tú, hermano,
que guardas en una taza las legañas de anteayer
y de la luz cuentas los fotones que en un esfuerzo
infrahumano podrías ahorrarte
desechando el promontorio
duermes, a oscuras, en un sueño de guineo
sustituido ahora por asfalto.

Tú, extranjero,
que te has subido a este barco lleno de parches
del que aún se empeñan en el flote
(como si el empuje fuera posible para levantar
un desague articulado)
pensabas que habría aquí jardines
diferentes del retal.

Sí, tú, diplomado,
en no sé qué república constrictiva
venido a donde no convalidan ni la raza
colocado en una cola hasta arriba de colisiones
aún esperas no sé qué ruleta de espuma
que te devuelva al mar donde había
un verde más caluroso que el verano.

Y yo, que te miro
y te acompaño en las absurdas burocracias
y en el sprint final de la hamburguesa,
que soy tan alto como tú y tan parecido,
que me bebo el primer calostro de tu desgana
e imagino cómo sería yo con tu escofieta,
cómo quedarían mis pies ante tu historia.

Yo, que te he abierto mi puerta
de ver tantas tan hermosas y cerradas,
que he empadronado en mi vida tu perdición,
reniego de mi casa, de mi calle, de mi barrio,
de toda unión ficticia del ecosistema
y me declaro a mí mismo territorio,
eso es, extranjero como tú, extranjero.

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