viernes, 22 de julio de 2011

Mi madre

Tampoco ella habla demasiado si no le das pie; de ser así concentra la falta de conversación en los minutos siguientes donde no parará de contarte mil cosas en torno a la rutina de la vida. Cuando la miras a los ojos sabes que Dios se ha concentrado en hacer unas cosas mejor que otras; construir los suyos le costó tres días y medio por lo menos. Es grande y pequeña y siempre pasa desapercibida. Pertenece a una generación anterior a la de sus padres, vive en otra época y ha conseguido hacerlo en ésta. De ella salí con mis cuatro kilos y medio de niño mal criado y nunca le dolí. Me quiere tanto que sería capaz de organizar a una banda terrorista en mi nombre.

Tiene los ojos avellana y, al mirarlos es como beber Cointreau. Te hipnotizan, no miento. En los veranos procuro llevar gorra para evitar el carcinoma que podría transmitirme si me observa, sólo vierto sobre mi carne crema solar si ella anda por la orilla y se atreve a mirarme. No miento. Abnegada y feroz, mi padre le silba y en unos milisegundos ella ha hecho las maletas, se ha peinado y está a punto para partir. No ha estudiado meteorología pero ha aprendido a pronosticar nuestros deseos. Lo peor de todo es que parece que le gusta. No miento.

A la mínima de cambio te suelta la verdadera razón de que las cosas vayan tan mal: Anteh el hombre trabajaba y la mujeh se hacía cargo de lah cosah de la casa. Ahora eh todo un dehcoloque totah y así ehtán lah cosah. Y loh chiquilloh pueh no ven a suh padreh y salen caprichosoh y tontoh perdíoh. Ni siquiera el papa es más machista que ella. Nunca ha dicho una palabrota en su vida salvo una vez delante de su padre, el abuelo Sebastián, quien le dio un tortazo y le hizo sangre, dejando para siempre de lado las maldiciones; quizá por ello ahora mi padre blasfema por los dos.

Cada vez que cocina consigue que los rostros se llenen de alegría y soltemos un gran alivio de entusiasmo. Si somos cuatro cocina para e elevado a cuatro, si somos quince cocina para e elevado a veintitrés. Es cierto, no tiene cálculo para la comida. Es excesiva y meticulosa en los fogones. Un día eh un día, te dice cuando hemos comido según su fórmula exponencial y así se convence de que no pasa nada por haber roto la dieta otra vez. La dieta, menuda lucha tiene con ella; consigue hacerla, de hecho, casi siempre está siguiendo su propio plan de comidas, el cual le gusta romper si hace falta. Se convence a sí misma: … bueno.. .tampoco…, ehto lleva verdura… no pasa ná por un día… el luneh empezamoh otra veh… Todo un incumplimiento maravilloso.

Si no fuera por los años, cualquiera diría que no tiene más de dieciséis. Si fuera por lo vivido las cifras se nos escaparían de las manos. Cualquiera que la conoce sabe que da gusto intercambiar unas palabras con ella. Es amable y optimista y escucha meciendo siempre su cabeza asintiendo para conmover, asegurando que el receptor sepa que ahí está y sí lo escucha, sí otra vez, sí con las mejillas, sí.

Tiene tantas cosas y buenas que tengo que dar saltos para explicarme, voy de aquí a allá sin esquema procurando que conforme me motiven mis experiencias con ella vayan saliendo a relucir. Por ejemplo se emociona, no hay nadie en el mundo que se emocione tanto y con tanta facilidad aunque luche contra ello. Cualquier historia enternecedora de la televisión hace que se le salten las lágrimas y disimule. Es la gran madre andaluza, toda Andalucía con su acento y su filosofía ancestral le llena la sangre hasta los dientes y por eso explota como buena madre andaluza con un sentimiento potente y teatral, tan expresivo y energizado como la vida misma. No puede evitarlo, tampoco soporta las despedidas. Me acuerdo que los primeros años en Madrid cuando iba al pueblo a visitarlos, a la vuelta siempre estaban sus lágrimas poniéndolo más difícil. Y su llanto es pegadizo, como su risa. No hay prácticamente nada tan agradable como verla reír a carcajada viva. Pierde por completo los papeles y le sale un chillido gracioso y unos lagrimones como puños, los ojos se le ponen rojos y consigue que la gente que haya a su alrededor se contagie de la misma carcajada.

Siempre siente nostalgia del pasado. Se percata de que ahora no damos tanta importancia a algunas cosas que eran tremendas en otros tiempos. Era otra ilusión… suele decir con melancolía cuando nos cuenta el entusiasmo que tenían en el pasado por casarse, o comenzar un negocio familiar o ese tipo de cosas. A nadie le engaña su mirada, por mucho que sus ojos te colapsen de belleza la epidermis muestra todo el sacrificio y todo el dolor que ha soportado. Es una mujer todo terreno. La he visto trabajar en el campo tirada en el suelo con sus rodilleras cogiendo la aceituna que no pudo agarrarse al olivo. La he visto tirando de los lienzos para que los hombres sigan dando palos con su vara, la he visto en las montoneras y en los tomates. La he visto en la cocina y en la fregona y en las mantas de las camas hechas con cariño. Eso sí, cuando se pone también tiene una mala ostia digna de nuestro apellido. De pequeños temblábamos cuando mi hermano y yo nos peleábamos y nos decía: me ehtáih enritando… uy uy… nada bueno deparaba eso y, entonces, dos minutos más tarde teníamos su mano tatuada en la cara.

Recuerdo con especial asombro la manera de comportarse ante alguno de mis recitales. Ya he dicho alguna vez que mi madre nada sabe de poemas pero los llora todos por si acaso y así es. Si está presente procuro no mirar al lugar que ocupa. Convoca tal mezcla de admiración y tragedia que no puedo con la poesía, no puedo. De alguna manera ella está llena de rincones donde se acumula el agua y basta una pequeña falta de perspectiva para que la presa se derrumbe y evacue la cascada consiguiente.

Lo que más me gusta es abrazarla, a pesar de mi tamaño superior todavía me la imagino más grande que yo, gigante cuando me agacho para achucharla. Es blanda y huele a ella, es inconfundible. En su pelo corto se mezcla el vaho de la cocina y los perfumes de imitación. La quiero tanto que es doloroso reconocerlo.

Estoy seguro de que si todos los seres se amaran una millonésima parte de lo que ella me quiere a mí este mundo sería maravilloso e insoportable.

Mi madre se llama Florentina.
Mi madre crece bajo el sol.

1 comentario:

Tania Alegria dijo...

Leído en actitud de reverencia.