viernes, 9 de julio de 2010

La banda de jazz (I)

De repente y, por casualidad, encuentro mi pintura el jueves 8 de julio. Llevo años buscándome entre pinceles y aceite de oliva y ayer: ¡Eureka, he encontrado mi pintura!

Sólo tuve que mezclar, por este orden: la Pavana de Fauré, el Sueño de amor de Liszt, el Claro de Luna de Beethoven, el Concierto nº 23 para piano de Mozart, el Nocturno en do sostenido menor de Chopin, el Último sueño de la virgen de Massenet, el Viejo Castillo de Mussorgsky, el Claro de Luna de Debussy, el Nocturno en do menor de Chopin, el Nocturno de Grieg, el Jardín de las hadas de Ravel, Gymnopédie y Gnossienne nº 1 de Satie, el Pájaro de fuego de Stravisnsky, el Concierto de Aranjuez de Rodrigo, el Sueño de una noche de verano de Mendelssohn, Nocturno para cello y orquesta de Tchaikovsky, el Cisne de Tuonela de Sibelius, la Pavana para una infanta difunta de Ravel, el Cuarteto Rosamunde de Schubert, el Concierto para piano en sol mayor de Ravel, dos melodías elegíacas de Grieg y la Meditación de Thaïs de Massenet.


La culpa la tiene la mujer polaca. Ella quería algo triste y desesperado y de ahí está surgiendo mi último cuadro: La banda de jazz que no está tocando absolutamente nada. Faltaba un ingrediente especial y secreto y bastó escuchar varias veces seguidas a Billie Holiday cantando Strange Fruit. Todo lo demás ya estaba hecho. Mis pobres músicos no tienen la posibilidad de tocar nada pues les he quitado las cuerdas a sus instrumentos de cuerda y les he quitado el viento a los instrumentos donde soplaban. Y hay un cielo de vino de rioja y hay un horizonte hecho del cobre y hay una piel de aceite de oliva y hay un suelo de gris mulato. Abofeteados todos con la mano ecuatoriana de Guayasamín, abofeteados todos con el olvido del pentagrama, qué pelo le he obviado a Billie, qué pelo más negro le he obviado, qué fruta más extraña le he quitado de la cabeza, qué fruta.


Además, hace unas semanas recupero mi infancia con mi mejor amigo Ángel. Hablamos de poesía y música hasta perder el aliento y le cuento la idea para un corto que llevo mascullando años y le digo la música que quiero para acompañarlo y me dice vale y se pone a componer según mis pretensiones y empieza a violar pentagramas que me manda según realiza y cuantificamos ritmos y malezas y soñamos pianos hasta la madrugada. Y todo es presto en esforzando, todo es presto. Y gracias a esto no puedo dormir por las noches porque el verano me llena la cabeza de melodías que no forman parte de los ingredientes de mi pintura y en los pentagramas lloro tres meses de no saber acomodarlos, de no saber decirles nada, de no saber que me suenen.


No es propicio el verano para la poesía por mucho que escuche a Vivaldi.


Este fin de semana vienen a visitarme mis amigos Juan y Raquel a los que pienso engañar para que protagonicen mi corto. Tan bellos los dos que me romperán la cámara, tan guapos que pienso hacer que no hagan nada ni miren nada ni digan nada todo el tiempo.


Y hoy me llama Chema para que lo acompañe a recoger su coche estropeado al taller. Y cuando vamos a casa mis primos queridos, los más guapos del mundo, mi prima Dama y Miguelito, me enseñan su casa recogida tal y como les dije y me dice su padre que Miguelito ni duerme en su habitación para que cuando yo vaya mantenga el orden que les impuse el fin de semana pasado. Y aún así me quieren y Miguelito me enseña su primer cuadro con el caballete que le regalé y en él aparece un coche de carreras y una casa y una fuente. Y, de repente, se pone a bailar como Michael Jackson el niño de pocos años y me abraza y me dice primo, primo quédate y el primo se tiene que ir a casa a pintar, el primo tiene que hacer una sombra de gris azulado, el primo tiene que quitarle el pelo a una cantante negra. Y me dice que entonces mañana, entonces mañana vente a comer primo, vente. Y me dice que España ha ganado todo el rato porque yo me puse su pulsera de España y que el domingo tengo que llevar su pulsera de España todo el rato. Y yo le digo que vale pero que sería hermoso una maceta llena de tulipanes, que sería hermoso que el mundo se uniera tanto como lo que consigue el fútbol, que deberíamos poner en la pulsera un tulipán y a Miguelito le parece estupendo porque le gustan mucho los tulipanes.


En el estudio, finalmente, preparo un plato para unos seis mil millones de personas porque siempre me ha gustado cocinar para mucha gente y creo que seis mil millones está bien.


Ingredientes:


Amor (3 tazones)
Música clásica (24 canciones)
Jazz (1 canción)
Aceite de oliva (7 cucharadas)
Vino de Rioja (el culo de una botella)
Creta ( 1 isla)
Carboncillo (1 mina)
Azul-gris-claro (a cascoporro)
Azul-gris-oscuro (1 cucharilla de café)
Alma (3 guitarras)
Lienzo (1 largo de aceituna)


Elaboración:


Mézclese todo sin sentido y que salga lo que dios quiera.


Al final todo es un piano que alguien toca desde lejos. Al final todo el arte es algo que no sirve para nada pero que cuelga de una pared para nada y alguien contempla y dice algo, ¡Eureka, he encontrado mi pintura, eureka!


La tarde es una sartén mientras cocino y el pincel está entusiasmado, es hermoso alegrarlo mientras arde, es hermoso.


El claro de luna dice claro, lo dice así, explícitamente: ¡claro! Y no hay luna en los fogones.


La banda de jazz sigue sin tocar absolutamente nada. ¡Nada!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa es la lista de piezas de "Nocturnos, música para soñar"