viernes, 29 de enero de 2010

Poemas desde el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda


X


Quíteme este ojo, doctor,
estoy tan solo que con uno bastaría,
total, las pestañas normalmente se me clavan a posta
por tal de ver la guerra entre sollozos.


Los oídos, quíteme los dos,
para lo que hay que oír,
déjeme la sordera justa para intuir el piano,
mi solo ojo aprenderá a leer los mentones.


Sólo si hay riesgo
hágame la boca más grande
pues, de callarse, se olvidó de besar
y me sobra este cacho de mejilla.


La nariz déjela como está,
es tan grande que su sombra
me recuerda a la compañía,
además es la única que sabe encontrarme
entre el olor a pies de mis naufragios.


Y con la grasa que me sobra
constrúyame mi desperdicio
y póngale el ojo que me sobra,
colóquele las orejas que me sobran
y déjelo impedido de mi voz.


De ese modo
mi monstruo y yo
haremos el amor de los vergeles,
hermoso como el noble encajar
de los casquillos,
hasta de puro repudio
colapsarnos de aceptación.


Nuestros hijos saldrán con el ojo de papá
y la no sonrisa de la madre,
con el no crujido del martillo
y al reírse matarán de un susto
al esperpento.


Venga… no se alarme doctor,
en realidad lo único que quiero
es que me sustituya el corazón
por una lata de sardinas
y no se preocupe pues mi cuerpo
no notará la diferencia,
verá cómo tras la operación
a mi ausencia le da por existir.


Le agradecería además que jugaran a la petanca
con el órgano desechado,
igual si se acerca a una enfermedad chiquita
le da por funcionar de una vez.


Eso sí, prométame que no va a trasplantarlo,
mire que a la larga se vuelve masoquista
y su rechazo interplanetario
quemaría el sol.


En fin… no llore usted, doctor,
ya si eso concretamos
en la siguiente cita.

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