miércoles, 8 de julio de 2009

Estafados


Hoy me han engañado
dos kilos de tomates,
veinte litros de gasóleo,
la puta estafa
de la contribución.

Lo peor no son los cepos
ni las vitrinas abarrotadas
sino esa sensación de mira
en azoteas, ese sentirse
Kennedy a todas horas:
la costumbre de los disparos.

Me da vergüenza decirte Pedro
a cuánto me pagan los tomates,
a veinte céntimos, a veinte mierdas;
me cuestan más los plásticos
del invernadero,
me cuestan más las ruinas
de los bosquejos,
mas no me quejo,
pregunta si no a los marineros.

Lo peor no son los llantos
de la piel gruesa del campesino
sino esa extensión de minas
en tiendas, ese sentirse
Gandhi a todas horas:
la costumbre de las huelgas.

Me da vergüenza decirte Antonio
a cuánto he pagado yo tus tomates,
a euro ochenta, a herida abierta;
échale la culpa al gazpacho
del francotirador,
me cuesta más decirme Drácula
al chorrearme los caninos:
esa sensación de sangre en el tomate,
ese haberte, con perdón, mordido.

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