viernes, 27 de marzo de 2009

Obra de arte

¿Cómo voy a explicarte niña

el teorema de Ampère,

la experiencia de Henry,

la regla de la mano derecha...


si nada más entrar a tu casa,

te veo los ojos oscuros,

la sonrisa preciosa puesta,

el cuello blanco comestible,


y nada de eso puede explicar Gauss,

ni Faraday, ni Lenz, ni yo mismo,

si el gran genio de Maxwell

lloraría con tan sólo verte...


cómo voy a explicarte niña

los misterios del electromagnetismo

si eso es justamente esta atracción

que a la distancia me provocas?


Eso sí, dicho sea de paso,

todos estos sesudos científicos

llegaron a sus conclusiones

sencillamente por tu ausencia


y de haber estado allí,

en el laboratorio de tus piernas,

escupirían al suelo toda su ciencia

y habrían sido albañiles, fontaneros


o quizá les hubiera dado por la metafísica,

algún pintor habría salido,

visitaríamos las obras de Ampère en el Prado,

gran poeta sería el niñato de Gauss


que hizo a su pobre profesor enamorado

abandonar su labor de enseñanza

porque el muy capullo resolvió

bien temprano sus ecuaciones.


Pero tú, que por nacer superaste a los maestros,

que Goya te habría arañado

con su rápido pincel las entrañas,

que Beethoven te habría regalado su sordera.


Que Van Gogh se cortó su enorme oreja

por el sólo pronóstico de tu venida,

tú, hija mía, a ver, piensa y dime,

qué quieres que yo te explique que tú no sepas.

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